Lo que te hace feliz hoy… te hará feliz mañana

Dra. Linita con sus mascotas

Un día Fifí se divorció de la psicología… se volvió a encontrar con sus raíces artesanales…

Un día mucho después se reconcilió con la psicología y se volvió a perder del sendero…

Un día descubrió la ferocidad, un día re-conoció a una de esas personas,  que ya sabía que conocía de siempre

Un día el amor mismo la llevó de vuelta a reconciliarse con    todo aquello que ama y re-unirlo todo en su propia casa.

Esto no se trata de mí, sino de las personas que me rodean con su amor y sus ideas incondicionales. Siempre he estado convencida que me rodean ángeles celestiales y terrenales. Este es un homenaje a todos los ángeles terrenales, humanos imperfectos, como yo, que han estado en mi vida dándole luz y sentido.

Contar la historia de Zipote Disegno es contar muchas historias que han coincidido la vida de Fifí, su propia historia de amor, historias de arte y pasión, que llegaron a un camino de liberación y felicidad total.

Fifí siempre fue una soñadora, sus aventuras siempre han sido tejidas con hilo y  aguja. Desde niña vio a su madre cosiendo vestidos de lino y algodón, los que luego se llenaron de lentejuelas y brillantinas en esa inolvidable década de los 80´s. Como olvidar una adolescencia llena de carnavales, música de Juan Luis Guerra, Sergio Vargas, Joe Arroyo y El majestuoso Rock en Español, en especial Soda Estéreo. Como olvidar la adolescencia.

Un día esta mujercita, partió de la provincia hacia la ciudad, partió buscando una mejor educación, una forma de aumentar sus conocimientos, una forma de crecer, en todos los sentidos.

Pero la fría ciudad, tenía más que oportunidades, tenía el amor reservado para cuando le hubiera sanado el ombligo. Tenía conocimientos sí, pero también tenía un bosque de concreto lleno de seres mágicos, que llegarían a su vida, cada uno en el momento indicado.

Así fue como un día, La Fifí emprendedora se encontró rodeada de herramientas, cueros, ideas, hilos y lanas. Confundida en medio de su propia presión para producir y para ganar dinero. Con una marca llamada Zipote Disegno, con un incondicional esposo lleno de ideas para desarrollar nuevos caminos.

Recordó al día que viendo los ojos de su príncipe azul, escuchó con las palabras más dulces, una de las propuestas más amorosas del mundo mundial. ¿Quieres estudiar marroquinería?

Mis manos marroquineras.

Sin embargo Fifí, no conocía mucho acerca de los negocios, de las ventas y de la forma de hacer sustentable un negocio familiar. Presa de sus propias presiones y de todas las exigencias de una sociedad machista y cuadriculada, gritó. Fuerte y alto para que la escuchara el mundo entero.

¿SERÁ QUE LO QUE NECESITO ES UNA ESPECIALIZACIÓN? 

– Gritó, preguntándole al universo, y el universo la escuchó.

– El universo respondió.

Poco tiempo después, entaconada, elagante y poco importante, Fifí acudía a clases en una prestigiosa universidad del norte de la ciudad, rodeada de ejecutivos, gerentes y directores de recursos humanos de las mejores empresas de su país.

Eso de ser ejecutiva y jugar a poder cambiar a la gente y la cultura dentro de las empresas, no iba con un alma salvaje como la de Fif. Soñaba constantemente con recorrer el mundo, conocer nuevas culturas y definitivamente estar afuera del sistema corporativo. Sin horarios, sin jefes, sin subalternos, sin nada que la atara a un esquema cuadriculado y controlado.

Todo trabajo es perjudicial para la salud; esto le pasaba a esta soñadora atrapada entre políticas y procedimientos, dedicada a convencer a la gente que la compañía es lo mejor que puede ocurrir y que dentro de la empresa; «todos somos una familia», una familia que trabaja unida por un bien común. La rentabilidad del negocio y claro ofrecer un mejor servicio (este último = mejores ingresos para la empresa).

Una época llena de aprendizajes, teóricos y corporativos. Una época llena de crecimiento personal para Fifí, quien ahora se convertía en una ejecutiva, con responsabilidades más grandes que sentarse a observar como cae el sol al atardecer.

Esta princesa, ahora presa de su propio invento, se encontraba atrapada entre las rejas de sus palabras, rejas de papeles enumerados, formateados y validados. Rejas de políticas de las que no era cómplice.

Fifí paso de jaula en jaula, cada vez con mayores retos, cada vez con más presión, cada vez con más desasosiego. Un desasosiego que la desconectaba más y más de su propio ser y de brillar con su luz natural y genuina. Lo que ella en su ingenuidad no consideró, fue, que eso que no podía aceptar, la iba a perseguir…. lo que Fifí no podía ver, es que había algo por aprender.

Algo más importante que  trabajar con excelencia y ser cumplido, algo más valioso que cualquier sueldo de ejecutivo, algo que la acompañaría para el resto de su vida. Lo que Fifí no podía ver, es que debía aprender a ser y estar para ella, antes de estar para el mundo. Y esa lección le costó lágrimas, de una compañía a otra más importante, le costó trabajo, le costó años de práctica y de equivocaciones, hasta que pudo ver la luz de la aceptación y la humildad.

Antes hubiera sido imposible, antes la hubiera seguido persiguiendo hasta el infinito, antes no hubiera salido de su círculo vicioso y quejoso. Y lo que ella pudo deducir, es que la felicidad es relativa, y que en la cruda realidad, su significado de felicidad nunca había contemplado ser «exitosa» en la forma común que la sociedad lo dice. Su felicidad era más sencilla y más simple, poder desayunar con su príncipe azul y ver caer el sol cada tarde al lado de sus hijos.

Los seres humanos siempre estamos llegando a etapas, etapas de crecimiento en las que creemos que no las sabemos todas. Sin embargo, lo fascinante de la vida es seguir aprendiendo, tener cosas nuevas por descubrir y nunca perder la capacidad de sorprenderse.

Fifí había llegado a una etapa, en la que había descubierto que aún debía aprender mucho, de la vida, de los demás y de ella misma. Desesperada y aturdida, en medio de un mundo de apariencias, corrió al campo, agarrada fuertemente de la mano de su esposo; buscó comprender, en un día normal en medio de un pueblito Boyacense, buscó liberarse dando un paseo en bicicleta, eso que la conectaba a su niñez.

Y allí en medio de una tienda encontró un ángel feroz, un ángel que le dio la mano y su amistad, un ángel aventurero que creyó en ella sin conocerla.

Fifí estaba admirada, de ver tantas cosas maravillosas en aquella tienda, tantas manos expresándose en obras y colores exhuberantes, tanta magia alrededor. Entonces recordó que sus manos tejían historias, que sus manos también hablaban el lenguaje de la creatividad. Anhelando aquellas épocas pensó en viz alta: «Yo tango un taller de artes manuales y hago cositas».

Lo que no esperaba era escuchar fue:

– Pues tráemelas, me parece divino tener tus cositas en nuestra tienda.

De eso se tratan los ángeles, de devolverle a las personas la fe en sí mismas, y este particularmente había tocado la emoción más profunda de una artesana encerrada, olvidada de su propio ser.

Cuando por fin logró liberarse del enjaulamiento de ser «empleada», esta aventurera comenzó a recoger sus pasos, de la forma más simple, volvió al principio, a lo esencial. Desempolvó sus agujas, sus hijos, sus cueros, sus herramientas y sin pensarlo mucho, se permitió crear, solo eso, crear cosas que le generaran amor, que pudieran ser lindas e iluminar el proceso creativo.

Entonces Fifí actuó, redujo su jornada laboral a dos días por semana. Pudo comenzar a hacer  más “cositas”, pudo comenzar a descubrir colores, texturas, bordados y lo que para ella eran «genialidades».

Entonces descubrió que siendo una persona dedicada a los demás, podía regalarse felicidad con un hilo y una aguja, descubrió que no importa cuánto cobras por hacer algo, lo realmente importante es cuánto disfrutas haciéndolo,el dinero siempre llega y en abundancia. Reconoció la felicidad que desde niña le produjo tejer, bordar y crear con sus manos.

Así fue como su taller renació de las cenizas, con más fuerza, con viejos y nuevos amigos, con nuevas ideas. Con la idea loca de hacer Tejido Terapeútico. Con la ayuda de alguien que creyó en los sueños de un artesano, con más ganas que miedo y con todo un camino por recorrer.

Fifí sigue tejiendo sus alas, sigue aprendiendo de la vida y de sí misma, sigue creyendo que la felicidad la producen las cosas simples, las que cosas que siempre has sabido en el fondo de tu corazón.

Así es el mundo del tejido y del bordado, devuelve las esperanzas, ayuda a crecer, ayuda a creer de nuevo.

Dedicado a un ángel feroz.

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